La ciudad de Augusta Emerita, fue fundada por orden del emperador Octavio Augusto en el año 25 a.C., para acoger a los soldados de las guerras cántabras, veteranos de las legiones V Alaudae y X Gemina.
Desde el principio fue una ciudad amurallada, en la que tenían especial interés los edificios de espectáculos públicos, (Teatro, Anfiteatro y Circo), además de los Foros, templos, termas, embalses y demás edificaciones que se fueron integrando en la ciudad, con los edificios de viviendas y las plazas públicas.
Especialmente relevante fue el puente romano sobre el Guadiana, uno de los más largos del imperio, que se convirtió en un importante nudo de comunicaciones acorde con el rango de la ciudad.
Mérida, capital de la Lusitania, acoge en su seno los vestigios de un complejo entramado de ciudades que se han superpuesto sucesivamente desde la fundación de la Colonia Augusta Emerita en el año 25 antes de Cristo.
Ha habido momentos, especialmente desde los siglos IV al VI, en los que fue Mérida la cabeza desde la que se pensó una nueva Hispania, sustancialmente cristiana pero que no renunciaba a su glorioso pasado pagano.
La difícil síntesis encontró acomodo bajo la monarquía visigoda, concretamente bajo el patronazgo del arzobispado emeritense, el más importante de la antigüedad tardía y los comienzos de la Edad Media en la Península, ya que dependían de él doce obispados.
Después, el nuevo emirato árabe, para sobrevivir, hubo de apoyarse en grandes ciudades ya existentes, como la propia Mérida, donde construyeron su poderosa alcazaba pétrea.
Tras su conquista por los leoneses en 1230, no le fue restituida la sede arzobispal y quedó relegada a mera cabeza de una provincia ligada a la Orden de Santiago.
Paso obligado hacia Portugal de reyes y nobles, la villa permaneció en esa nómina de pueblos con papeles secundarios en el devenir del nuevo Reino de España.
Esos mismos caminos que portaban noticias y riquezas también acarrearon las funestas consecuencias de crueles guerras mantenidas con Portugal o la Francia de Napoleón.
Será un nuevo invento, la locomotora, el que, en pleno siglo XIX, invite a la ciudad a bailar, de nuevo, en el concierto de la historia española.
En 1983, Mérida fue declarada capital de Extremadura, recobrando la función que ya cumplía en época romana. Desde 1993, Mérida ha recobrado su grandeza ya que en diciembre de ese mismo año fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, siendo éste un reconocimiento de su proyección turística, uno de sus motores económicos.